miércoles, 13 de septiembre de 2017

DIOS...

La increíble verdad de lo que Dios está haciendo por el amor que siente por nosotros es revelada en uno de los versículos anteriores. En 1 Juan 3:1, el apóstol Juan nos dice: “Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios”. Dios creó a la humanidad con el propósito de que seamos sus hijos y conformemos su familia y quiere una familia con hijos e hijas para compartir su naturaleza. Detengámonos un momento para reflexionar en esta maravillosa realidad.
En 2 Corintios 6:17-18, Pablo también nos habla de este increíble hecho cuando escribe: “Por lo cual, ‘Salid de en medio de ellos, y apartaos, dice el Señor, y no toquéis lo inmundo; y yo os recibiré, y seré para vosotros por Padre, y vosotros me seréis hijos e hijas, dice el Señor Todopoderoso’”.
El plan de salvación que Dios tiene para la humanidad es ofrecer a cada ser humano la oportunidad de llegar a ser su hijo en su familia y de tener su naturaleza.
Dios es amor. El amor es la esencia fundamental de su carácter —define todo su Ser. Su amor es perfecto y se manifiesta en su deseo absolutamente puro de proteger, dar y compartir.
Por ahora, la familia de Dios está compuesta por dos Seres: el Dios Altísimo (a quien conocemos como Dios el Padre) y el Verbo (quien se convirtió en ser humano para convertirse en Jesucristo; Juan 1:1-2, 14). Ambos son miembros de Elohim, la primera palabra traducida como “Dios” en la Biblia (Génesis 1:1). Elohim es la forma plural de Eloha y podríamos decir que es el apellido de la familia de Dios.
En otras palabras, Dios creó a la humanidad para que eventualmente todos llegásemos a ser herederos suyos junto a Jesucristo; para que seamos miembros de la familia gobernante de Dios, sus hijos e hijas, hermanos y hermanas de Cristo (Romanos 8:14-17; Hebreos 2:9-11; Tito 3:7).
En 1 Juan 3:2, el autor continúa diciendo: “Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él [Jesucristo] se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es”. Aunque Dios nos considera sus hijos desde que recibimos el Espíritu Santo, cada uno de nosotros debe pasar por un proceso de desarrollo espiritual antes de poder ser parte de la familia de Dios.
Si obedecemos a Dios y pasamos por el proceso de conversión, nuestro destino será formar parte de su familia, tal como su primogénito. Y, si alcanzamos esa meta, llegaremos a tener la naturaleza de Dios el Padre y Jesucristo. Es por esto que Dios (Elohim) nos creó de la manera en que lo hizo.

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